LA EDUCACIÓN PUBLICA EN MEXICO


Sabemos que el siglo XIX marcó para nuestra historia, la lucha entre dos posturas -política, social, económica e ideo lógicamente contrarias -: el conservadurismo y el liberalismo. Muchos procesos influyeron para transformar el México que dejaba atrás la época colonial y se incluía en el concierto de naciones con dirigencia liberal.  Van a ser los primeros gobiernos liberales, resultado del proceso independentista, los que crean las instancias encargadas de la educación pública en México. Las leyes liberales de 1883, van a sentar las bases de tal educación: libre, secular y de competencia del Estado.

La educación publica en México, de unos años para acá, han sido lamentables las reformas que hizo Ernesto Zedillo como Secretario de Educación (hace ya muchos años), hasta el actual Secretario: Reyes Tamez Guerra, han dejado mucho que desear, y lejos de evitar un atraso en estas materias y de sus “constantes” mejoras, seguimos teniendo a nivel mundial uno de los sistemas de enseñanza menos efectivo, y que no cumple con sus papel y responsabilidad que tiene con respecto a las grandes mayorías que acuden a la educación impartida por el estado, si bien no los sumerge en la ignorancia total, los conocimientos que mediocre mente se imparten, no son de gran ayuda para un futuro cercano, o simplemente, para hacerle reto a la vida diaria.

Es probable que muchos opinen, que si no nos gusta la educación pública, se pague una educación privada. Esa podría ser la solución para quienes pueden pagarla, pero para el resto de la población, que lucha día a día, es un sueño casi inalcanzable. Consideran do que esta responsabilidad le concierne al Estado, pues no se trata tan sólo de proporcionar educación gratuita, sino una educación digna, con lo elementos necesarios para poder competir con individuos del mismo nivel de edad y no sólo de México sino también a nivel internacional.
Pues ella, ha marcado nuestra historia al grado de argumentar que nuestra soberanía poco a poco se va construyendo e incluso afinando por la misma convicción de nuestra identidad y orgullo.

Si la educación representa un requisito de actualidad y crecimiento, aunado a la civilización y crecimiento social. Dentro de este espacio reflexivo, por el cual nuestro país se caracteriza pues cuenta con todas las disposiciones para ello, difundiendo la diversidad cultural con la que cuenta nuestro país y su permanencia para las futuras generaciones es primordial.
Aunque dentro de toda la apertura con la que se cuenta en ello, todavía no ha logrado alcanzar los estándares de totalidad y excelencia que tanto se anhela. Pues el rezago educativo radica en su mayoría dentro de ese mismo concepto de oportunidad al ingresar a cualquier institución educativa por primera vez. Sin embargo, el rezago cualitativo en cuanto a esa capacidad de reflexión, entendimiento, hábito de lectura etc. debe ser un esfuerzo permanente y no caer en satis facciones logradas, pues la educación no es un ente acabado o terminado sino que se encuentra en constante mejoría.
Es preciso entender, que la creación de organismos públicos descentralizados, des concentrados o centralizados, con fines educativos; la incorporación de escuelas; la planeación, programación y presupuestario de la función educativa pública; las relaciones jurídico-laborales de los trabajadores de la educación; la descentralización de ciertos servicios federales educativos al ámbito de competencia de las entidades federativas, etc., son otros tantos ejemplos de la necesidad urgente que tienen el administrador, el planificador y el investigador de la educación de conocer el marco normativo dentro del cual se desarrolla su objeto de estudio. En virtud de que el mayor número de profesores, alumnos e instituciones corresponden a la educación pública y no a la privada, dedicaremos este artículo a tratar de definir el marco normativo de la educación pública en México, y de clasificar y enunciar los ordenamientos contenidos en el mismo. Puesto que en un país con el nivel de desarrollo propio del nuestro, la acción orientadora y correctora del Estado en determinadas áreas de la vida social y económica es fundamental, este principio adquiere una importancia particular en el caso de la educación. Es por ello que la necesidad de optimizar la eficiencia en la prestación de servicios educativos, por parte del sector público, no sólo es una etapa indispensable para obtener un mayor nivel de desarrollo económico, sino un supuesto de la legitimación del Estado por la vía de una gestión pública eficaz.

Además del conocimiento per se del orden normativo jurídico de la educación pública en nuestro país, esta recopilación, clasificación y descripción de un conjunto importante de ordenamientos nos dará la ocasión de observar la estructura y el funcionamiento del sistema educativo público. Ahora bien, no obstante que se trata de, llamémosla así, un corte vertical de nuestro objeto de estudio en un momento de su desarrollo y que, por lo tanto, nos aporta sólo una visión estática del mismo, no por ello deja de ser importante para constatar tendencias centralizadoras evidentes, dándonos la ocasión, además, de intentar un análisis prospectivo de la legislación educativa nacional en un momento fundamental de la administración pública mexicana, durante el cual se constata un parte aguas entre la tendencia centralizadora tradicional y la descentralización de la vida nacional, propuesta como proyecto político y como política pública.

Del análisis doctrinal precedente se desprende que en el ámbito de la administración pública mexicana la normatividad o juridicidad tiene un doble aspecto, legislativo y administrativo. El aspecto legislativo, como su nombre lo indica, se deriva del proceso formal de elaboración de leyes, las cuales están sujetas a un orden jerárquico que establece la supremacía de determinados ordenamientos con respecto a otros.

El aspecto administrativo, por su parte, tiene su propio orden jerárquico, derivado de la relación jerárquica entre autoridades. Sin embargo, es importante precisar que la norma administrativa se deriva de una facultad otorgada por la norma legislativa, de tal suerte que, en sentido estricto, el origen de nuestro orden normativo se encuentra en la ley y, originalmente, en la Constitución Política del Estado Mexicano.
Sin embargo, se debe precisar que la ley sólo faculta a la autoridad administrativa para actuar. El contenido o materia de la acción administrativa ejercida por aquélla se independiza de la ley y adquiere vida propia; de tal suerte que la norma administrativa, aun cuando fundamentada en la ley, crea obligaciones nuevas o autónomas distintas del texto legislativo. Este nuevo orden normativo, contemplado, como hemos visto, por la teoría del acto administrativo, constituye la política pública, normas administrativas o normas jurídicas lato sensu para distinguirlas de las normas legislativas o jurídicas estricto sensu, pues, al igual que éstas, crean consecuencias de derecho. Crear consecuencias de derecho es, pues, el rasgo distintivo de lo jurídico en su sentido más amplio.



Podemos ilustrar esta reflexión doctrinal con el caso del plan nacional de desarrollo. De conformidad con el artículo 32 de la Ley de Planeación, el plan -normatividad administrativa- tiene carácter obligatorio para la administración pública federal. La consecuencia de derecho, derivada del incumplimiento de tal obligación, está prevista en los artículos 7º, fracción VIII, y 47, fracción II, de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos.

Con base en todo lo anterior, estamos en posibilidad de definir el marco normativo de la educación pública en México como el conjunto de leyes, planes, programas, presupuestos, reglamentos, decretos y circulares que regulan la función educativa pública en su aspecto legislativo, administrativo, financiero, económico y pedagógico.
Como una conclusión personal, el expresar  una opinión en apoyo a la educación pública en todos los niveles educativos en este momento en México, cuando los indicadores que operan para el reparto, destino y resultados de la asignación presupuestaria a la educación es dictaminada por organismos internacionales bajo el esquema de sus propios intereses, es como amar en tiempos del cólera, sólo que sin la magia de García Márquez... sin embargo, o justamente por esto, tratar el tema de la educación pública en nuestro país, es deber que todo educador requiere plantearse si su ejercicio responde al compromiso para con la comunidad, para con el México verdadero, hoy, des estructurado, escindido, el México que ha sido dejado de lado para dar paso a la creciente gama de burbujas de artificios importados, clonados crecimientos, aislados del resto, que viven micro realidades seleccionadas, más por los manejos favorecidos de estrategias de subsidio disfrazados a los que más tienen, que por su capacidad de elevarse al plano del desarrollo propio.



REVOLUCIÓN MEXICANA


Entre 1910 y 1920 México fue sacudido por una serie de luchas y revueltas conocidas como revolución mexicana, que intentaron transformar el sistema político y social creado por Porfirio Díaz. La revolución mexicana, que contribuyó a formar el México contemporáneo, no tuvo un carácter homogéneo, sino que consistió en una serie de revoluciones y conflictos internos, protagonizados por distintos jefes políticos y militares que se fueron sucediendo en el gobierno de la nación. En sus orígenes, las primeras tentativas revolucionarias, inspiradas por Francisco I. Madero, pretendían el derrocamiento de Porfirio Díaz, que se había mantenido en el poder durante más de treinta años. Tras el triunfo de los maderistas, la necesaria reconstrucción del país se vio dificultada por las disputas entre las propias facciones revolucionarias.
Después del asesinato de Madero, hubo nuevas luchas en las que triunfó Venustiano Carranza, quien promulgó la constitución de 1917, paso decisivo para la organización del estado posrevolucionario. No obstante, los sectores más radicales de la revolución mantuvieron la lucha hasta 1920.
La revolución maderista La revolución mexicana nació en un panorama de insatisfacción contra la política elitista y oligárquica de Porfirio Díaz, que había favorecido a los estamentos más privilegiados, sobre todo a los terratenientes y a los grandes capitalistas industriales. Si bien el país gozaba de prosperidad económica, las continuas reelecciones de Díaz causaban insatisfacción política entre las nacientes clases medias, en tanto que los beneficios de la prosperidad no habían alcanzado a los grupos más pobres de la sociedad.
Madero, un rico terrateniente del norte del país, propuso una fórmula de compromiso político según la cual Díaz mantendría la presidencia y aquél, desde la vicepresidencia, iniciaría un proceso de reforma. Tras el rechazo de Díaz a la propuesta, Madero fue postulado candidato a la presidencia para las elecciones de 1910 por el Partido Antirreeleccionista, que incluía a intelectuales como Filomeno Mata y José Vasconcelos.
Díaz hizo detener a su oponente y se declaró vencedor en las fraudulentas elecciones de junio, pero Madero logró escapar de la prisión y publicó en la localidad texana de San Antonio su célebre plan de San Luis Potosí, en el que denunciaba el fraude electoral e incitaba a la población a que se uniera a una sublevación el 20 de noviembre. Escasos fueron los levantamientos en la fecha señalada, pero el llamamiento contribuyó a alentar la sublevación posterior en diversos puntos de México. En el norte, en Chihuahua, Pascual Orozco y Francisco (Pancho) Villa, con unas tropas improvisadas, empezaron a asaltar las guarniciones gubernamentales; y en el sur, en Morelos, Emiliano Zapata llevó a cabo una sangrienta campaña contra los caciques locales.
Otros focos revolucionarios destacados fueron Sonora, con José María Maytorena, y Zacatecas.
Poco a poco se fue hundiendo el régimen de Díaz, cuyo ejército, dirigido por envejecidos militares, no supo hacer frente a las guerrillas revolucionarias. En la primavera de 1911, tras la caída de Ciudad Juárez, Díaz se vio obligado a renunciar y entregar el poder a Madero.
Presidencia de Madero Después de un breve gobierno provisional, Madero fue electo presidente en octubre de 1911. Inicialmente su régimen fue acogido con entusiasmo por el pueblo, pero pronto se vio enfrentado al descontento de los campesinos, que reclamaban una reforma agraria, y al de los hacendados, que deseaban sofocar el radicalismo de los seguidores de Zapata. En noviembre de 1911, éste se rebeló contra Madero en Morelos a causa del retraso en la restitución de las tierras a las comunidades indígenas, punto que se había acordado en el plan de San Luis. Asimismo, Orozco optó en Chihuahua por la lucha armada ante la resistencia a poner en marcha la reforma agraria y nacionalizar el ferrocarril.
Por otro lado, los sectores fieles al derrocado sistema porfirista, y los Estados Unidos, que veían peligrar sus intereses comerciales y petrolíferos, también contribuyeron a desestabilizar el gobierno maderista.
Las tensiones llegaron al límite cuando estalló la revuelta de Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, que se enfrentó con las tropas federales del general Victoriano Huerta en la misma ciudad de México. El 18 de febrero de 1913, después de nueve días de bombardeos, conocidos como "la decena trágica", Huerta y Díaz se entrevistaron con el embajador estadounidense Henry Lane Wilson, y los tres concretaron un pacto contra Madero. Huerta asumió la presidencia de México y detuvo a Madero, que fue asesinado a los pocos días.
El gobierno de Victoriano Huerta Las primeras medidas del nuevo presidente, tales como la prohibición de la libertad de prensa, la eliminación de destacados revolucionarios y la persecución de los movimientos obreros, contaron con el apoyo de los sectores más conservadores. Sin embargo, la oposición se organizó y pronto estalló una nueva insurrección en diferentes puntos.
En el norte, en los estados de Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Tamaulipas, se sublevaron Venustiano Carranza y Pancho Villa; y en el sur, en Morelos, Zapata volvía a erigirse en líder de la revuelta. La alianza entre ambas facciones, tras el acuerdo de Guadalupe, y el apoyo del presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson a la causa revolucionaria, con el envío de tropas a Veracruz, llevaron a Huerta a exiliarse en julio de 1914.
Luchas revolucionarias La designación de Carranza como nuevo presidente el 20 de agosto de 1914, en contra de las ideas de Villa, desató una nueva época de anarquía y luchas entre los distintos bandos revolucionarios. En el sur operaba el movimiento insurreccionista de Zapata, de carácter campesino y centrado en Morelos, que pedía la restitución de las tierras y la expropiación de los latifundios. Se trataba de una facción unida y coherente, pero con pocas posibilidades de triunfar debido a la limitación de sus planteamientos sociales, centrados en el problema agrario, y a la incapacidad de su ejército para extender la revolución por todo el país. Por su parte, Villa, en Chihuahua, defendía también las reivindicaciones campesinas y contaba con el apoyo de un amplio sector popular.
El denominado "ejército constitucionalista" de Carranza era mucho más profesional y contaba con el respaldo, no de los campesinos, sino de los obreros, los mineros y los intelectuales.
En la convención de Aguascalientes intervinieron representantes carrancistas, zapatistas y villistas y comparecieron Álvaro Obregón, aliado de Carranza, y Villa. En ella se intentó conciliar las facciones en lucha, pero resultó un rotundo fracaso. Se puso de manifiesto la rivalidad existente entre Villa y Carranza, y tan solo se pudo llegar a la designación de Eulalio Gutiérrez como presidente interino de la nación.
Villa solicitó la ayuda de Zapata y ambos se enfrentaron a las tropas de Obregón y Carranza, que tenían el apoyo de los Estados Unidos. Los primeros fueron derrotados en 1915 en la batalla de Celaya y decidieron retirarse a sus respectivos estados. Zapata regresó a Morelos y allí fue asesinado en 1919 en una emboscada. Por su parte, Villa reorganizó su ejército en Chihuahua y, aunque fue vencido en Agua Prieta, aún pudo mantener una guerrilla, con la que realizó varias incursiones contra los Estados Unidos (a los que acusaba de apoyar a Carranza). La actitud belicosa de Villa obligó a los estadounidenses a enviar al general John J. Pershing en su persecución.
El gobierno de Venustiano Carranza Al acceder de nuevo a la presidencia, en 1915, Carranza se dedicó a reorganizar el país, mientras las tropas de Obregón batían los focos de rebelión. Una de sus más importantes labores fue promover la elaboración de la llamada constitución de Querétaro, promulgada en 1917, que confería amplios poderes al presidente, daba al gobierno derechos para confiscar las tierras de los latifundistas, introducía medidas laborales referidas a salarios y duración de jornadas, y se mostraba decididamente anticlerical.


Además, Carranza fue eliminando paulatinamente a sus anteriores enemigos. No obstante, en 1920, su decisión de dispersar una huelga del sector ferroviario en el estado de Sonora significó el hundimiento de su prestigio personal. Abandonado por sus seguidores, incluido Obregón, quedó solo en el poder; después de que Obregón lo hizo escapar de la ciudad de México, fue asesinado en su huida el 21 de mayo de 1920.
Tras la muerte de Carranza, Adolfo de la Huerta asumió la presidencia interina hasta que Obregón fue elegido en las elecciones de noviembre de ese mismo año.
Para muchos historiadores, la fecha de 1920 marcó la finalización de la revolución mexicana. Sin embargo, las revueltas militares y las situaciones de violencia esporádica prosiguieron hasta 1934, cuando llegó a la presidencia Lázaro Cárdenas, quien institucionalizó las reformas que se habían iniciado en el proceso revolucionario y que se legitimizaron con la constitución de 1917.

La verdad sobre la Revolución Mexicana
La historia oficial ha generado un culto patriótico a la Revolución. Se nos dice, indudablemente con verdad, que la lucha armada destruyó un régimen de pobreza, desigualdad y autoritarismo. Pero no siempre se reconoce que la Revolución construyó otro régimen de pobreza, desigualdad y autoritarismo.
A diez décadas de distancia ya no podemos darnos el lujo de no ser críticos ante el "régimen de la Revolución". No es que el gobierno de Porfirio Díaz no haya tenido todos los defectos que se le achacan, sino que la Revolución, lejos de cambiar las cosas, las empeoró.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántas vidas costó la Revolución Mexicana. La cifra mágica, la que se ha convertido en verdad oficial a fuerza de repetición, es la de un millón de muertos. Si efectivamente la mortandad fue tan alta -ocho de cada 100 mexicanos que vivían en ese entonces- esto se debe mucho menos a las bajas en combate que a las muertes generadas por la pobreza y la insalubridad.
La Revolución Mexicana ocasionó lo que los especialistas llaman una "dislocación" social. Las cadenas de producción y de distribución se rompieron; la economía se desplomó; el país sufrió hambre y epidemias.
Las batallas en sí fueron poco cruentas. Las tomas de Ciudad Juárez y de Celaya, consideradas entre las acciones militares más importantes de la guerra, dejaron saldos de unos cientos o miles de bajas. Los cientos de miles que murieron a lo largo del período lo hicieron por inanición, influenza o enfermedades gastrointestinales.

Lo anterior no desmerece en nada el sufrimiento por la contienda armada: al contrario, le da su dimensión real. Nos dice que el costo de una guerra no se puede medir solamente por las listas de bajas militares: el costo económico y social es mucho más elevado.
Se argumenta que el nivel de vida del país, que se deterioró fuertemente durante la Revolución, no se recuperó realmente sino hasta los años cuarenta. Si se consideran las oportunidades de crecimiento perdidas, tanto por la contienda armada como por el modelo económico de la Revolución, puede afirmarse que en realidad todavía no nos hemos recuperado.
Al término del régimen porfirista el estadounidense promedio tenía un ingreso que duplicaba el del mexicano. Hoy la diferencia es de seis veces. Es verdad que México ha avanzado, pero buena parte del mundo lo ha hecho también; en todo caso nosotros hemos progresado a un ritmo menor que los demás. El avance de México, por otra parte, se ha registrado en buena medida a partir de 1940, una vez que se repararon los efectos de la dislocación de la lucha armada.
¿Queremos hablar de justicia social? No había estadísticas de distribución de la riqueza en 1910. Pero en 1996, según el Inegi, el 10% más rico de la población mexicana recibía 37.9% del ingreso y el 10% más pobre el 1.7%. Es difícil pensar que la situación era mucho peor hace 90 años.
¿Democracia? Sin duda el régimen porfirista era autoritario. Pero ¿acaso la Revolución nos llevó a un gobierno más democrático? En realidad hubo que esperar siete décadas después del final de la contienda para que México pudiera tener elecciones razonablemente limpias y justas.
Quizá la Revolución Mexicana era inevitable. Porfirio Díaz, el viejo liberal que luchó contra la intervención francesa y contra la reelección de Benito Juárez, no supo tomar desde el poder las medidas que permitieran la renovación de hombres e instituciones del Estado. Al final su caída se debió a su incapacidad para permitir el cambio que requería una sociedad que, precisamente por el éxito de los tres decenios de paz porfiriana, tenía nuevas aspiraciones.

MÉXICO CONTEMPORANEO

Etapa de la historia de México, después de la Revolución Mexicana y se caracteriza por la reorganización del país. La Constitución fue promulgada en 1917, pero en algunas regiones de México la guerra continuó hasta 1920. Cuando terminó, muchas cosas habían cambiado. El país quedó en manos de una nueva generación de hombres y mujeres fogueados en la revolución. Las huellas de la destrucción eran palpables en la agricultura, las minas, las fábricas y el comercio; los caminos, los puentes, las vías de ferrocarril, los cables del telégrafo, y muchas otras instalaciones. Muchos soldados y civiles murieron en las batallas, o a manos de los bandidos que aprovechaban el desorden, o por el hambre y las epidemias que provocó la lucha. Muchos hombres y mujeres salieron del país, sobre todo a los Estados Unidos de América, para buscar trabajo, o perseguidos por sus enemigos políticos.
Otros se fueron a vivir a las ciudades, en especial a la capital, porque eran más seguras. En 1910 México tenía algo más de quince millones de habitantes; en 1921, contaba con poco más de catorce millones. Entre muertos, desaparecidos y exiliados, durante la revolución la población del país disminuyó en aproximadamente un millón de personas. Las actividades productivas estaban paralizadas. Lo único que seguía funcionando con cierta regularidad eran los campos petroleros y algunas minas, que eran propiedad de extranjeros y fueron respetados para que no hubiera dificultades con los gobiernos de sus países. México contemporáneo podemos resaltar los siguientes aspectos: Se restablece la paz. El orden retornó poco a poco. Los ejércitos de Zapata y de Villa fueron derrotados, pero en Morelos y en Chihuahua las guerrillas siguieron peleando contra los carrancistas, aun después de que Zapata fue traicionado y asesinado, en 1919. Villa firmó la paz con el gobierno en 1920. Recibió el Rancho de Canutillo, en Durango, y se retiro allí.

SINTESIS REVOLUCION MEXICANA

La Revolución Mexicana es uno de los acontecimientos más importantes de la historia de México y principalmente del siglo XX. Con ésta, dio fin la larga dictadura porfirista y se pasó a una etapa difícil por la participación de distintas tendencias revolucionarias y sus respectivos caudillos, que al tener propósitos y objetivos diferentes unos de otros, lucharon entre sí para favorecer sus intereses. La Revolución iniciada por Madero con el Plan de San Luis, fue provocada por causas de orden político, económico y social. 
El propósito inicial era el derrocamiento de Porfirio Díaz de la presidencia de la República. La revolución maderista fue acogida con beneplácito por grandes sectores de la sociedad mexicana, principalmente por los campesinos, que esperanzados por lo prometido por Madero, se lanzaron a la lucha armada; Villa, Orozco y Zapata, encabezaron esta lucha campesina, pero pronto se dieron cuenta de que el reparto o la restitución de las tierras era lo que menos importaba a los dirigentes del movimiento. Tanto Madero como Carranza pensaban que las reformas sociales debían aplazarse, primero estaban la solución a las demandas políticas, más que sociales, lo que originó que primero, los zapatistas se alzaran en armas contra el gobierno maderista al considerarlo como traidor al no restituirles las tierras a las comunidades campesinas. Más tarde, después del triunfo constitucionalista sobre el huertismo, los villistas se rebelarían contra Carranza.

ENSAYO DEL LIBRO LAS VENAS ABIERTAS DE AMERICA LATINA


Leer el libro de Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina” resulta revelador por la gran cantidad de información que proporciona, pero sobre todo la reflexión que se deriva de ello deviene en la confirmación de una idea generada hace mucho tiempo, cuando al analizar la situación actual de la sociedad mexicana llegamos a la conclusión de que somos, en cierta forma, los herederos de una idiosincrasia perdedora por un lado y revanchista por otro. ¿Por qué? 
            Sin afán de generalizar ni justificar, reflexionemos: ¿Quién o quienes nos conquistaron? ¿Quién o quienes se lanzaron al mar buscando fortuna? ¿Quiénes abandonaron familia, amigos y demás raíces para ir en pos de una aventura prometedora de riqueza fácil? ¿Qué ideas, costumbres y valores nos trajeron los conquistadores?
            La gran mayoría de los marinos que acompañaron, primero a Cristóbal Colón, luego a otros navegantes en sus incursiones por nuestro continente eran delincuentes, prófugos de la justicia, gente que no tenia nada que perder y sí mucho que ganar. Gente de la peor ralea, cruel y sanguinaria que llegó a destruir, a aniquilar lo que encontraba a su paso con tal de hacerse de las riquezas que esta tierra ofrecía. La vida de los indígenas no significaba nada y había que hacerlos a un lado o destruirlos para apoderarse del oro, la plata y otros recursos muy valiosos para los españoles.
            Después de que los primeros conquistadores regresaron a España con noticias alentadoras acerca de riqueza fácil, llegaron oleadas de gente ambiciosa que con su única razón: la fuerza de las armas, las cuales eran desconocidas por nuestros antepasados, se impusieron para saquear sin ninguna mesura los recursos naturales de los que ellos carecían.
            Toda esa gente se asentó a lo largo y ancho de las tierras conquistadas y siguió practicando su filosofía de la vida: pisotear al débil y ponerse al servicio del fuerte para poder beneficiarse de una u otra situación.
                        ¿Por qué se gestó  el movimiento de Independencia? Porque los criollos, hijos de españoles nacidos en nuestra tierra, se cansaron de ver pasar las riquezas extraídas de la Nueva España hacia la “madre patria”. Decidieron que independizarse de España les permitiría controlar la extracción, transformación y distribución de la riqueza obtenida y esta se quedaría acá, en la “Nueva España” o sea en sus arcas o bolsillos. No dudo de que haya habido buenas intenciones al tratar de quitarse el yugo español pero considero que la razón principal fue el no querer que la riqueza se les fuera de las manos.
            El indígena, vuelto esclavo al servicio del español, se fue creando la idea de que debía servir al poderoso y esa filosofía fue transmitiendo a sus hijos, el servilismo del débil hacia el fuerte y rico, lo que trajo como consecuencia que el rico se hiciera más rico y el pobre más pobre. La sociedad se polarizó: por un lado estaban los indígenas, los negros esclavos y las diversas mezclas que se dieron entre éstos y los españoles, lo que dio origen a diferentes castas: los hijos de español e india: mestizos; los hijos de español y mestiza: castizos; los hijos de español y negra: mulatos; los hijos de español y mulata: moriscos; etc.
            Por otro lado estaban los españoles y criollos que siguieron estando en la cima de la nueva sociedad independiente, que seguían detentando el poder y la riqueza, que tenían los medios para seguir explotando los recursos de nuestra tierra a través del sufrimiento y sacrificio de la gente pobre. A la larga la independencia no significó mucha diferencia para las clases humildes puesto que seguían sirviendo al rico. Los gobernantes, elegidos entre los criollos, que poco sabían de administración y buen gobierno quisieron dirigir el destino del país, pero en virtud de las grandes diferencias sociales existentes poco pudieron hacer para equilibrar la situación de la nueva sociedad mexicana.
            Si nos detenemos a analizar por qué las colonias inglesas prosperaron en el norte de nuestro continente veremos que la gente que llegó por esas latitudes eran personas que venían huyendo de gobiernos monárquicos que pocos derechos otorgaban a sus gobernados. Llegaron con ideas de libertad y de progreso y pronto pudieron organizar una forma de gobierno que permitía el desarrollo de todos por igual. Cuando esta nación se hizo más fuerte empezó a mirar a su alrededor para tratar de conseguir los recursos naturales de los que carecía y se dio cuenta de que México era rico en recursos pero tenía una sociedad polarizada. Lo demás ya lo conocemos, perdimos por errores garrafales de quienes estaban al frente de nuestro gobierno gran parte de nuestro territorio, lo que fortaleció al país vecino en detrimento nuestro.
            Así llegamos a 1900, con un gobernante que detentó el poder por más de treinta años y que con sus ideas de progreso agudizó la pobreza de su gente, no puede dejar de reconocerse que al permitir la apertura a capitales extranjeros para explotar los recursos de nuestro país se logró avanzar al modernizar las vías de comunicación, pero a un alto costo. Nuevamente el pobre solo contribuía a enriquecer a otros con su trabajo, vivían en la pobreza extrema y a pesar de trabajar sin descanso al final del  día resultaban debiéndole al patrón más de lo que ganaban por el tramposo funcionamiento de la tiendas de raya.
            Se gestó un nuevo movimiento: la Revolución Mexicana que trajo algunos cambios para nuestra sociedad, pero los niveles más bajos de la pirámide social de nuestro país pocos progresos pudo experimentar. Es difícil salvar tantos años de explotación y diferencias sociales. Así el mexicano ha podido constatar que a pesar de su lucha sigue estando al servicio del poderoso, por lo tanto ¿para qué seguir luchando? Es mejor dejarse llevar por la corriente y tomar, por la buena o por la mala lo que nos hace falta, cuando la ocasión se presenta.
            Considero que Galeano tiene razón al afirmar que la explotación que los países latinoamericanos hemos sufrido nos han llevado a la pobreza y a la dependencia; y la falta de valores, de hábitos  y de deseos de superación nos tienen sumidos en un bache del que no podremos salir si no cambiamos nuestra ideología de perdedores y conformistas  o de aprovechados sin escrúpulos.
            Mientras  el mexicano siga pensando que no puede mejorar su situación porque no sabe, porque no puede o por que no tiene derecho, mientras siga siendo un conformista o, por otro lado, mientras piense que puede pisotear a otros para ascender, mientras no le importe dañar a otros con tal de enriquecerse, mientras haga de la corrupción su forma de vida la situación del país no cambiará.    
Seguiremos echándole la  culpa a otros, a nuestros gobernantes, a nuestros maestros, a nuestros antepasados sin reconocer que para mejorar nuestra vida y nuestro país debemos realizar un verdadero cambio: pero de ideas.

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